Brumelia,
Tú no lo notaste, pero te observé mientras dormías. Tu rostro, tu nariz, tus párpados… ¿Qué hay detrás de tus párpados? ¿El vacío, amplificación de la nada? Tu cuello era largo y elegante, en él colgaba un negro y anticuado maniquí que parecía implorar la muerte, ¿o la resurrección?. El tronco de tu cuerpo se tendía grácil bajo el arce y soportaba tus exquisitos senos de ébano. Tu cabello, enebro castaño mecido por el viento, acariciaba tus hombros. Quizás te preguntes por qué te deje ahí. Brumelia, mi Brumelia. No soporté ver tu cuerpo inanimado, tan rígido, tan cosa.

1 comentario:

Pat dijo...
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