Azalea es la verdad y Diamond desea a la verdad. Ella se mete el dedo índice de la mano izquierda a la boca, lo humedece y luego lo desliza lentamente y en círculos hacia sus pezones, su vientre y su vagina. Él la ve gemir, aullar, contorsionarse en inmensos y placenteros -¿o dolorosos?- espasmos. Ella tiene el control.
Fue en el festival de jazz de la ciudad cuando Azalea conoció a Diamond, pianista de la banda "Et fonia", y desde el primer instante adoró las notas de fuego que él sacaba de su instrumento. Al año siguiente, en el mismo festival, ella se le acercó y charlaron. Media hora después hicieron el amor en el Hotel "Riviera".
-Hoy es mi día–se dice ardorosa. Azalea se arregla tremendamente bien para su última cita con Diamod. Se viste de seda café dorada. Su pelo verde, coronado de flores blancas se agita. Su rostro brilla y su cuello fragante a lilas le evoca su primera vez.
En la oscuridad, Diamond y Azalea dialogan. Diamond muriendo le dice a Azalea que el conocimiento está afuera, en caminos sin final, en playas de números, en golpes y caídas, en el lago de la memoria, en las inclemencias del tiempo. Diamond habla despacio, sabe que su tiempo está por culminar y lo alenta para prolongar un poco su existencia. Azalea lo escucha y lo consuela. –Amor, quédate conmigo, ven, despacio. Corre el velo, no temas, no hay nada oculto. Mi alma es mi cuerpo.
2 comentarios:
igual me pregunto, igual
Nostos o Melos, no hubo sincronía...por eso es que para ti no soy.
Publicar un comentario